Mi experiencia en la Jornada Mundial de la Juventud, Madrid 2011. Parte 3..

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Parte 3: El aeródromo de Cuatro Vientos. 
Por último, llegó el sábado 20, la Vigilia en Cuatro Vientos con el Papa. El plan era: unas palabras del Papa, adoración al Santísimo, pernoctar en Cuatro Vientos y al día siguiente, Domingo 21, Misa presidida por Benedicto XVI.
Saliendo del Metro
Cuatro Vientos es un aeropuerto de la Fuerza Aérea Española. Nos bajamos en una estación del metro que está a treinta minutos caminado. Ya en el vagón de tren sentimos el calor humano de cientos de personas metidas en un espacio reducido. Cuando empezamos la caminata hacia Cuatro Vientos, cinco horas antes de la Vigilia, ya caminábamos con miles de personas alrededor. Iba a ser una jornada dura, el sol estable inclemente. 
Llegamos al aeropuerto y lo primero que hicimos fue buscar la comida. Comento este hecho porque para mí fue un gran logro de los organizadores de la JMJ. Dar almuerzo, merienda, cena, desayuno, merienda y almuerzo para 2 millones personas es un reto objetivamente impresionante. Un aplauso para ellos porque lo lograron estupendamente bien. 
Después de tener nuestras bolsas de comida, nos fuimos a la sección que nos correspondía: la E7. Cuando llegamos los voluntarios nos dijeron que ya la sección estaba llena que teníamos que irnos a otro sitio. No nos conformamos, insistimos un poco y logramos conseguir un sitio donde estar. El grupo tuvo que dividirse. Diez por un lado, ocho por otro pero lo logramos. 
Explicar la aventura de Cuatro Vientos es difícil. Jamás en mi vida he visto tanta gente junta. Había gente acostada y sentada en cualquier espacio de terreno que hubiera disponible. Hacia cualquier lado que miraras veías gente y más gente. Era algo muy emocionante.
Una vista aérea de Cuatro Vientos
 El calor fue un hecho que por momentos puso a la gente nerviosa. En Cuatro Vientos no hay ni un solo árbol que dé sombra y tuvimos que estar muchas horas bajo un sol que no perdonaba. El agua se calentaba tanto que refrescaba muy poco. Pero, una vez más la gente estaba dispuesta a lo que sea y poco a poco aguantó hasta que cayó la noche. Bajaron las temperaturas y todo el mundo pudo descansar. 

Por fin llegó el Papa, los gritos de millones de jóvenes eran ensordecedores. Cuatro Vientos sí que fue el culmen de la variedad. Blancos, negros, morenos, amarillos. Pelirrojos, catires, pelo negro. Religiosos de todas las órdenes religiosas imaginables. Aquí si es verdad que podían conseguirte con lo que quisieras. Y sin embargo, todos gritaban lo mismo: ¡Que viva el Papa! ¡Esta es la juventud del Papa! ¡Beeeenedicto! Es la maravillosa experiencia de la pluralidad viviendo el lema de la jornada ¡firmes en la fe! 
Mientras el Papa llegaba a Cuatro Vientos y se desarrollaba la ceremonia de bienvenida, había una nube negra amenazante que tenía a todos a la expectativa. Un poco de lluvia a las 5 de la tarde hubiese venido estupendo pero a las 8 de la noche cuando el Papa se disponía a hablar no emocionaba tanto. Sin embargo, sucedió. Cuando el Papa empezó a hablar se desencadenó una tormenta de agua con viento impresionante. Decidimos usar las chaquetas y los impermeables para proteger los sacos de dormir y la comida. Al principio pensábamos que la ceremonia podría seguir pero el viento y el agua arreciaron. El Papa tuvo que ser protegido por varios paraguas. En medio de todo esto, una cosa estaba clara: de aquí no se va nadie. La firmeza del Papa, que no se movió de su asiento, contagió a los presentes que empezaron a cantar y a gritar. Me consta que queríamos hacer sentir al Papa nuestro apoyo. Él había ido a vernos y nosotros habíamos ido a verle. De ahí no nos íbamos, lloviera lo que lloviera. A pesar de eso, la lluvia se alargaba y no paraba. De repente, todo el mundo empezó a rezar. A mi derecha un grupo de peregrinos rezaba en voz alta el Acordaos, yo empecé a rezar una estampa a San Josemaría. A mi izquierda, un grupo de monjas cantaban el conocido poema de Santa Teresa: Nada te turbe, nada te espante todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta. La petición unánime era: ¡que escampe! Y escampó. Después de unos diez o quince minutos se volvió a oír la voz del Santo Padre: “Queridos amigos….” No pudo hablar más. Haber aguantado el sol y después la lluvia había puesto a todo el mundo en un espíritu de batalla y volver a oír la voz del Papa fue como la señal del triunfo. Todos gritábamos. Estábamos muy emocionados. El Papa no pudo hablar por varios minutos, los gritos no lo dejaban. Por las pantallas se le veía muy conmovido.  “Hemos vivido una aventura juntos…” otra vez aplausos y gritos. Con un orgullo peculiar gritábamos a todo pulmón ¡Esta es la juventud del Papa!
El Papa rezando ente el Santísimo
Por fin el Papa pudo terminar sus palabras y salió para revestirse para la bendición con el Santísimo. Se expuso el Santísimo y empezó la Adoración Eucarística presidida por el Papa. El millón y medio de personas que antes sudados y mojados gritaba, ahora se pone de rodillas y calla. Todos nos sentíamos acompañando al Papa en su oración. Después de un rato de adoración, el Papa nos dio la bendición con el Santísimo y se despidió. Se fue entre aplausos pero sobre todo se fue dejando en nosotros una profunda admiración por todo lo que aguantó y resistió. Estoy seguro de que por mucho menos de lo que tuvo que soportar Benedicto XVI la noche de Cuatro Vientos, un artista de rock se hubiese retirado del escenario y cancelado el concierto. 
Al irse el Papa comenzó la aventura de pasar la noche en Cuatro Vientos. Empezó la gente a dormirse y alrededor de la 1 am, las parcelas del aeropuerto eran millares de sacos de dormir y sábanas por el piso. Tenías que tener cuidado al caminar para no pisar la cabeza o los pies de alguien desconocido. También como es lógico en una concentración de jóvenes, muchos no quisieron dormir. Yo estuve andando por ahí hasta las 3 de la mañana y siempre vi gente cantando, hablando y mucha gente rezando. A las 2.30 de la mañana fui a una de las capillas que tenían el Santísimo para hacer un rato de oración con mi hermano. Estaba repleta de gente. Incluso algunos sacerdotes confesando. Es una imagen que remueve y que encarna lo que el Papa repitió mucho: la Iglesia está viva. 
La gente en una de las parcelas
Cuando por fin me digné a acostarme, había un hormiguero justo donde iba a ponerme. Tuve que buscar otro huequito por ahí. Lo conseguí y me acosté. A mi derecha tenía tres personas que no conocía. Frente a mí otras que tampoco conocía. Pero así como eran desconocidas para  mí, yo lo era para ellos pero la verdad es que esa noche a nadie le importó. Cuando me desperté en algún momento de la madrugada, abrí los ojos y tenía el pie de alguien envuelto en una sábana frente a mí. Volteé la cabeza y me conseguí con la cabeza de uno de mis amigos a pocos centímetros. Traté de ponerme de lado pero tenía los pies de otro amigo mío en la mitad del camino. Así fue la noche de Cuatro Vientos pero a absolutamente nadie le importaba. Todos estábamos felices. Exhaustos pero felices. 
A las 7.30 de la mañana, un fulano apodado “El Pulpo” que fue el animador de los eventos de la JMJ, gritaba ¡Buenos Días Cuatro Vientos! Yo estaba un poco aturdido y no entendía porque nos despertaban a esa hora si faltan todavía dos horas y media para la Misa. Vi a mi alrededor y me di cuenta de que no era el único en esa situación. Pero bueno, después me pareció lógico que para despertar a millón y medio de personas hacen falta 2 horas y media. 
El Papa llegó y otra vez la gente salió corriendo hacia las barandas. Pero, el Papa tampoco pasó por la zona donde yo estaba. Pero estaba tranquilo, la tarde del Via Crucis para mí fue suficiente. 
La Misa fue muy emocionante. Es como obvio decir eso cuando quien celebra es el Papa y quién participa de ella es un grupo millonario de personas jóvenes. El coro y la orquesta interpretaron de manera impecable el repertorio y en algunos momentos fue difícil contener las lágrimas. El Gloria fue particularmente vibrante. El Papa en la homilía insistió en que no se puede seguir a Cristo fuera de la Iglesia. Me imagino que estaba saliendo al paso a ese argumento tan difundido de que “yo creo en Dios pero no creo en la Iglesia.” En la Consagración vivimos otra vez ese momento tan peculiarmente emocionante del silencio en medio de semejante multitud. 
Tarima de Cuatro Vientos
Antes de concluir el Cardenal Rouco le dirigió unas palabras a Benedicto XVI. No son textuales pero más o menos decía: “Santo Padre estos jóvenes están dispuestos a encarnar el Evangelio y ser apóstoles en sus lugares de residencia. Esta es Santo Padre la juventud del Papa. Puede contar con ellos.” Un aplauso atronador sacudió Cuatro Vientos. Yo me volteé y le dije quién tenía al lado, ¡en qué compromiso nos ha metido el Cardenal! Pero el compromiso máximo fue en el que nos metió el Papa. Antes de terminar la Misa, nos dirigió unas últimas palabras. Justo antes de decir “Muchas Gracias”, nos dijo: “queridos amigos, ¡no me defraudéis!” 
Con estas ideas en la cabeza, caminé las 2 horas que nos tomó salir de Cuatro Vientos.
Al día siguiente abordamos el avión que nos trajo de regreso a San Juan.
Muchas gracias Benedicto XVI por esta experiencia.
P.D: si alguno de los miles de voluntarios de la JMJ lee esto, quiero que sepa que estoy muy agradecido. Su trabajo fue impecable.
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