Lecciones de unos bebés simpáticos

Tiempo de lectura: 2 minutos
Mis sobrinos en un paseo
Este fin de semana, fui a dar unas conferencias en Washington D.C. y pude compartir con unos sobrinos que todavía no conocía. Son Francisco, Ignacio, Isa y Xavier que tienen 4, 3, 1 año respectivamente. El pequeñín tiene 8 meses. Todos encantadores, y esto es objetivo, no es porque sea su tío. 
Cuando los bebés lloran, suele ser por una razón. Tienen hambre, sed, sueño, les duele la cabeza o tienen el pañal sucio… Y a atender sus necesidades acude presuroso su mamá o su papá. Esta escena la vi repetirse durante los últimos días y me hizo pensar en que quizá los adultos debemos llorar más. 
Las lágrimas son la expresión externa de una necesidad. Y mostrándolas podemos poner a los demás en conocimiento de nuestras dificultades. El mundo de hoy parece analtecer al adulto autosuficiente, que no necesita nada de nadie. Pedir ayuda es casi sinónimo de debilidad. El resultado es que sufrimos solos y por demás. 
Los bebés se revelan ante esta actitud y lloran sin verguenza, pidiendo -sin palabras- que alguien los oiga. 
Quizá en eso, muchos adultos podríamos imitar a los niños. Todos necesitamos un paño de lágrimas. Hay que conseguirlo y con él, con ella, llorar sin miedo. Si lo hacemos así, las lágrimas serán momentáneas porque encontraremos apoyo y como los bebés, pasaremos pronto del llanto a la sonrisa.

3 replies
  1. Gerardo Ospina
    Gerardo Ospina says:

    Excelente Juan, siempre debemos expresar nuestras emociones, ya que si las retenemos no habrá buena consecuencia.

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