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Mi oficina es un lugar pequeño donde han tenido lugar grandes conversaciones, de esas que se disfruta recordar. Muchas han inspirado artículos de este blog. Como es el caso del que escribo en este momento.
Hablando de no recuerdo qué, un amigo me dijo -en inglés – happiness, it´s the journey, not the destination (la felicidad… está en la travesía, no en la meta). Venía a decir con esto, que le daba más o menos igual definir metas en su vida porque la felicidad era, sobre todo, disfrutar el momento presente. La frase quedó resonando en mi cabeza. Algo no cuadraba, al menos, en la interpretación que mi amigo quiso darle.
Estamos de acuerdo en que nuestra vida es una travesía, pero hay muchas posibles. ¿Cuál escoger? Eso solo se sabe si se conoce a dónde se quiere llegar. Sin metas, la travesía de la vida se convierte en un viaje hacia un destino incierto, con miedo -más o menos explícito- de acabar en algún sitio indeseado. ¿Puede ser esto felicidad? Es necesario descubrir que las metas de la vida no son solo planteamientos de futuro, lugares de llegada, son el criterio orientador del presente. Es el faro que dirige la travesía.
Cuando las metas orientan y dirigen la travesía, esta se convierte en instrumento de su realización. Es decir, las metas se van haciendo realidad a lo largo de la travesía. He aquí su potencial de felicidad. Vamos encontrando la felicidad en la medida que la travesía nos va llevando a donde queremos ir.
Travesía y Meta, decisiones indispensables para la felicidad. Para definirlas, podrían servir las siguientes preguntas: ¿Qué quiero hacer? y ¿Quién quiero ser?
La primera construye el journey, la travesía. La tenemos que contestar muchísimas veces al día. Y, precisamente por eso, es la que nos resulta más familiar. La segunda, ¿Quién quiero ser? Es la que nos permite escoger nuestra meta, el destination. Es una pregunta difícil porque no responde a lo inmediato. Está planteada en la perspectiva del largo plazo. Supone una decisión sobre la existencia personal en su conjunto y por ello, requiere reflexión ponderada, pausada y también, consejo. Quizá por estas razones, con mucha frecuencia queda olvidada. Sin embargo, solo cuándo se tiene clara esta respuesta, me atrevo a decir, ¡buen viaje!
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