Tiempo de lectura: 3 minutos
El tiempo se va ocupando de que exista un relevo generacional en todas las esferas de la sociedad. Hasta hace algunos meses, participé en las luchas que se libran desde las universidades del país. Hoy, son otros quienes deben dar y liderar esa batalla. Sin embargo, queda en mi memoria el recuerdo imborrable de muchos momentos y experiencias vividas durante los años de mi lucha estudiantil. Siguiendo el consejo de la autora del artículo The value of memorie publicado en este blog, pienso revivir esta historia para que el conocimiento del pasado enriquezca las herramientas para formar juicios y tomar decisiones sobre el presente.
En la mañana de un sábado varios amigos nos reunimos en un centro comercial de Caracas. El propósito era encontrarnos ahí para luego salir a una caminata que recorrería algunos sectores de Petare, un barrio situado al este de la capital venezolana. Es el más populoso del país y también, es de los más violentos.
Estábamos sentados disfrutando de unas empanadas con guasacaca y salsa picante mientras llegaba la gente. Paulatinamente el grupo de jóvenes fue acrecentándose, fueron formando varios grupos de conversación. Había una especial emoción porque una de las organizaciones que estaba participando estaba estrenándose y sus miembros manifestaban constantemente la alegría de quién asume un proyecto que tendrá consecuencias importantes.
Entre la gente con la que yo conversaba, se encontraba una muchacha que comentó que ella había salido de su casa esa mañana con mucha ilusión pero con el temor de que podría no regresar. Las historias y cuentos que se oyen de lo que pasa dentro de Petare hacen en cierto modo comprensible el miedo de esa compañera. Ella, dijo que se había despedido de su papás consciente de que capaz nos los volvería a ver.
¿Es exagerado su miedo? Eso no me interesa. Lo que sí es relevante es valorar la fortaleza y el coraje que supuso para esa muchacha estar ahí. Ella sí veía posible no regresar pero a pesar de ello estaba ahí. Estaba porque sabía que era importante y que el país la necesitaba. Eso es fortaleza, eso es valentía. Esa misma fortaleza existe en muchos corazones universitarios y liceístas. ¡Sí la hay! ¡La han demostrado! Hombres y mujeres dispuestos a sufrir por la causa de la libertad.
En estos días que se viven en Venezuela, es necesario recordar que esa fortaleza está presente. Hay que ponerla al servicio de la libertad con una resistencia pacífica que no es lo mismo que pacifismo. Solo puede decirse que se han cumplido los objetivos de una protesta si se ha puesto en evidencia la injusticia y la arbitrariedad del régimen. Solo hemos contribuido al país si se ha dado testimonio con las acciones de la verdad. ¿Cuál verdad? En Venezuela vivimos un totalitarismo.
A los líderes estudiantiles: no teman ser tildados de radicales y de violentos. Promuevan la resistencia activa, desobedeciendo la autoridad ilegítima y haciendo saber la verdad. Fomenten la esperanza. Tengan la certeza de que con la fortaleza que subyace en muchos corazones se puede dar la batalla e iremos destruyendo el totalitarismo chavista y refundando la República de Venezuela.
Leave a Reply
Want to join the discussion?Feel free to contribute!