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Recuerdo exactamente cuando leí por primera vez la frase que sirve de encabezado a mi blog y que además acompaña mi firma en todos los emails que envío. Estaba sentado en la chancha de futbolito de La Picúa, un restaurant del Club Playa Grande en La Guaira, donde pasaba los veranos y donde varias veces por semana proyectaban películas. Se terminaba la película Lágrimas del Sol con Bruce Willis. Se pone la pantalla negra y aparec: “Lo único que hace falta para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada”, Edmun Burke.
Quienes me conocen, saben que nunca se me olvidaron esas dos líneas. Saben que es una frase que continuamente me inspira, me mueve a la acción y me genera la necesidad de mover a otros.
Después de algunos años, pensándolo bien, esa frase no es correcta. O mejor, requiere un matiz.
Dejémonos de teorías y descendamos a la realidad:
Un empresario, gran colaborador de asociaciones para el tratamiento de cáncer infantil. Su empresa va a la quiebra porque producto de sus actividades filantrópicas no le dedica el tiempo suficiente al negocio. Otro caso: un ferviente activista ambiental, que por defender a la naturaleza de un posible abuso humano, le resta tiempo a su hogar y deteriora su vida familiar.
En el estricto sentido de las palabras de Burke, en los ejemplos anteriores vemos hombres buenos haciendo algo. Parecería que eso basta para que el mal no triunfe. Sin embargo, los ejemplos nos dejan un sabor amargo. Por hacer el bien, se han causado otros males. Algo no cuadra.
Creo que la clave está en precisar y darse cuenta de que lo importante no está en que los hombres buenos hagan algo, sino que hagan lo que tienen que hacer. Ahí está el matiz.
Por eso, es importantísimo recordar el sentido vocacional de la existencia. Es decir, cada hombre está en la tierra para algo. La persona no es un accidente histórico. Cada ser humano, ha venido a la tierra a cumplir una misión. El desarrollo integral de la humanidad depende de que cada hombre descubra su misión y la lleve a plenitud.
Lograr el bien común universal exige que cada persona se pregunte ¿para qué estoy yo en la tierra?, ¿a qué he venido?, ¿cuál es la misión de mi vida?, ¿cuál es mi vocación? Las respuestas son millones, tantas como habitantes hay en la tierra. Lo esencial es que quién descubre que su misión es ser maestro, debe orientar todas sus fuerzas a ser el mejor. Lo mismo para quién descubre que su misión es ser abogado o médico o esposo o madre o padre de familia (también son misiones en la vida) o político o empresario o trabajador social o etc.,etc.,etc.
Los problemas aparecen cuando se invierte el orden y por querer hacer un bien, se descuida lo más importante: la misión que el Creador ha dado a cada hombre y a cada mujer.
Por eso, la nueva frase que, junto con otras, sirven de inspiración a mi vida es “Lo único que hace falta para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan lo que tienen que hacer”.
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Hacer lo correcto, en el momento correcto y de la manera correcta requiere de esfuerzos. Al observar los resultados, si hemos actuado con rectitud, sentiremos la satisfacción y la alegría del deber bien cumplido.
Esto lo podemos vivir como estudiante, como profesional, en nuestra vida familiar y hasta de vacaciones. Vale la pena!