Destellos de humanidad
Es una aventura increíble asomarse al corazón de las personas. Ahí encuentras de todo: acción, drama, terror, romance, comedia. Y si te fijas bien, detrás de todo eso, descubres la grandeza de la libertad.
Charles Dickens nos regala esta fascinante experiencia a través de su novela “David Copperfield”. Cada personaje en esta historia se enfrenta a esta pregunta ¿Cómo vivo la vida que me ha tocado vivir? Sus respuestas nos sumergen en las profundidades de la interioridad humana de un modo que interpela y no deja indiferente.
Dickens propone un punto de partida: No hay vidas fáciles. Cada existencia es dramática y transcurre en el esfuerzo de superar dificultades y darle sentido al dolor y al sufrimiento. Sin embargo, este dramatismo no implica necesariamente que la vida sea triste. Dickens nos muestra que ser feliz no supone la ausencia de sufrimiento sino la posibilidad de sufrir acompañado. Es posible vivir alegre si se consigue que el drama vital no se experimente en soledad.
El sufrimiento es punto de encuentro de todos los hombres. Al coincidir ahí, los protagonistas de “David Copperfield” parecen decirnos que caben dos posibilidades. La primera consiste en centrarnos en nosotros mismos, victimizarnos e intentar salir adelante a cualquier precio. La segunda es aceptar el propio dolor y acercarnos al sufrimiento de los demás.
En las familias de la historia se produce una suave y progresiva evolución. Los que optaron por el egoísmo, el lamento y el victimismo van experimentando que la frustración, el rencor y el resentimiento crece en su interior. Quienes apuestan por la segunda actitud van construyendo amistades sinceras, auténticas, profundas y fieles con quienes aprenden a valorar el cariño humano por encima de cualquier dificultad. Y así, renace la esperanza. No tienen vidas perfectas, pero si felices porque se saben queridos.
Presenciar esta evolución es quizá la experiencia más conmovedora del libro. A medida que se pasan las páginas, el alma es atraída por una fuerza invisible que desprenden las personas cuando en medio de grandes sufrimientos e injusticias deciden hacer feliz a los demás. Te encuentras con la sonrisa auténtica del que sufre en silencio para no molestar, con el amor maduro de quien ha sido traicionado y perdona, con el arrepentimiento sincero de quien se ha equivocado e intenta reparar los daños, con la amistad incondicional que no se ve afectada por la distancia o el paso del tiempo… todo esto, irradia una belleza que atrae irresistiblemente y deja en el lector el deseo profundo de ser mejor.
Al terminar el libro te sientes conmovido. Te has asomado al corazón humano. Lo has visto a fondo. Has visto su grandeza y su mezquindad. Queda en ti el dolor y la tristeza de haber presenciado corazones crueles, pero también la alegría y la admiración de haberte asomado al corazón de los santos. Esas personas normales que han vivido vidas duras, pero las han llevado con dignidad, apoyándose unos a otros; y, poco a poco, descubrieron que, a pesar de todas las dificultades, el amor entre ellos es lo que hace feliz su existencia.
En “David Copperfield”, Dickens parece dejar una pregunta abierta: Tú, con la vida que te ha tocado vivir, ¿qué camino vas a tomar?
Me parece que así mismo es la vida y que para poder disfrutarla y vivir a plenitud hay que saber reír con el que ríe y llorar con el que llora. Así nos damos a los demás.
Importante! Saber entrenarnos en las cosas pequeñas de cada día por si nos toca algo grande.
Un grande Dickens!!!
Muchos campesinos y trabajadores de oficios ordinarios y mal remunerado en ocasiones, tienen la compleja experiencia de tener un enorme recurso de experiencias de superación, por sus años de vida, a pesar de haber hecho “las mismas tareas”, por largo tiempo…y a la vez ser capaces de transmitir gran cantidad de esa experiencia en frases cortas llenas de sentido común. Los grandes escritores son muchas veces…ávidos observadores, o como solía decir un viejo amigo:
Los grandes escritores tienen “ojos de biólogo y dedos de enamorado”