Andrés Bello: al servicio de Chile e Hispanoamérica

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A ciento cincuenta años de la desaparición física de Andrés Bello, suceso ocurrido el 15 de octubre de 1865, podemos intentar conmemorar casi todo lo que hizo al servicio de Chile e Hispanoamérica. A saber, preparó la mayor parte de los mensajes presidenciales de tres mandatarios (Joaquín Prieto, Manuel Bulnes y Manuel Montt) durante tres décadas (1831-1861). También, sirvió al Ministerio de Relaciones Exteriores en todo lo que se refiere a política externa y al Ministerio de Hacienda, en política interna y administración. Junto a Mariano Egaña, lideró la renovación jurídica de Chile, que culminó con la Constitución de 1833 y –ya desaparecido Egaña– preparó y redactó el Código Civil. A ello hay que añadir que fue Senador desde 1837 hasta el año de su muerte. Creó la Universidad de Chile (1842-1843), siendo su autoridad máxima, y reelegido en su cargo durante cuatro periodos consecutivos. Por veintitrés años estuvo a cargo del periódico oficial “El Araucano”, que contribuyó a conformar y a expresar en un sinfín de materias, la opinión del Estado de entonces. Finalmente, promovió y actualizó una de las obras más unitivas del continente hispanoamericano en lo relacionado con el idioma y su independencia cultural: la configuración de la “Gramática de la lengua castellana”.


El epílogo que mejor sintetiza esta incesante labor de Bello está en las palabras que dijera Ignacio Domeyko en representación de la Universidad de Chile, el día 17 de octubre durante el entierro: “dudaría la razón que en una sola vida, un solo hombre pudiera saber tanto, hacer tanto y amar tanto”. Junto a esto, también se puede rescatar una frase casi profética que el líder de la Junta Suprema de Caracas, Juan Germán Roscio, le escribió a Bello en una afectuosa carta, cuando éste era aún más joven, en 1811, mientras estaba en Londres “Ilústrese más para que ilustre a su patria”.


Saber tanto, hacer tanto, amar tanto, ilustrase para ilustrar a tantos. La vida de Bello fue una actividad realizada con desinterés absoluto, con afán de servicio por la patria y el continente. Bello actuó cimentándose en un estudio serio, meditado, perseverante, que lo llevó a la plena convicción de que tenía que servir y darse. Y ese estudio lo ayudó, de alguna manera, a darse cuenta de que, a pesar de su timidez natural, este era el medio para ofrecer ayuda, para organizar, para poner las bases y las estructuras de un mejor futuro republicano. Con el estudio creció su autoridad intelectual y moral ante los demás, y con ese prestigio, fue llamado a tareas de organización y guía que le permitieron expresar sus opiniones con libertad sin necesidad de llamar la atención, o sin necesidad de mostrarse histriónico o especialmente preparado para la oratoria y la movilización de masas, o sin necesidad de luchar para obtener un alto cargo. Andrés Bello influyó calladamente desde su disposición para el estudio.


Tal vez sea este, en mi opinión, el legado más significativo de Bello: su vida de estudio sereno y profundo. Ese “proceder analítico, único medio de adquirir verdaderos conocimientos”, como solía decir, que le permitió pensar sosegadamente en las mejores soluciones a los problemas de su tiempo. Su vida aplicada en Caracas durante veintinueve años; luego, sus estudios y experiencias londinenses durante otros diecinueve; y finalmente, su impulso y provechoso desenvolvimiento santiaguino durante treinta seis años, fueron esferas de existencia con un esforzado “proceder analítico” para adquirir conocimientos que valieron al logro final y perdurable de la independencia institucional chilena e hispanoamericana.


Alfredo Gorrochotegui Martell
Director del Magíster en Gestión Educacional de Calidad

Universidad de los Andes

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